CAPÍTULO I

LOS INICIADOS

 

 

Darrel Kain, dirigió una mirada al retrovisor colocado oblicuamente sobre el panel de control de su viejo navío interplanetario y comprobó que se hallaba en un inminente momento: su vida estaba en peligro.

Su nave espacial, aun no estaba fuera de la zona gravitatoria de Stanaría Mayor y la superficie del Planeta, el mayor de los dos que componían el sistema planetario de la estrella Valdaa, pero habíase sumergido ya en el seno de la negra inmensidad del espacio, que se reflejaba en los visores de Kain.

En cualquier lugar, allá abajo, en la ciudad de Stanarta, habían saltado a pedazos los Laboratorios Centrales y el Cuartel General del Ejército Zonal, deshechos por las bombas mentales de la Liga Mutante. Kain, había contribuido como instrumento principalísimo en él proyecto de aquella hecatombe, provocada contra la dictadura estelar de Escario Gundaarson. Otros miembros de la Liga Mutante, habían podido ser capturados, en 1a. purga terrible llevada a cabo, luego de la espantosa explosión; pero Darrel Kain había conseguido escapar a la red de vigilancia de aquel estado policíaco, y llegado al aeropuerto espacial, situado en la periferia de la ciudad de Stanarta, tomando aquel navío espacial y saliendo con él con el aventurado propósito de poder alcanzar el satélite de Oix, donde la Liga Mutante, que combatía incesantemente contra el nuevo Imperio de Escario Gundaarson, tenía su Cuartel General.

Pero una rápida ojeada, hacia el panorama que se vislumbraba desde la parte trasera de su nave espacial, fue suficiente para convencer a Kain de que sus esperanzas nunca llegarían a materializarse.

Más de una docena de navíos espaciales de la policía del Nuevo Imperio, se deslizaban en pos de él, siguiéndole la pista tan de cerca, que se podían distinguir claramente, los trazos de fuego de sus reactores. El navío robado por Kain, era un modelo anticuado de tipo comercial, residuo de los tiempos lejanos, en que los mundos estelares, tenían libre acceso, antes de que el tirano Escario, hubiese conseguido establecer su abominable dictadura. Los navíos lanzados en su persecución, eran de tipo ultramoderno al servicio de la policía galáctica y, a juzgar por su fantástica velocidad, el alcanzar al viejo armatoste de Kain, podría considerarse como un juego da niños. Bastarían unos cuantos disparos de sus potentes armas, mucho antes de que Kain se alejara de la atmósfera de Stanarta Mayor. Podían hacerlo en aquel momento, según la distancia a que se encontraban, al ser descubiertos por Kain por su retrovisor. Sin embargo no lo hacían. Kain empezó a admirarse de semejante lástima. Aquella forma de reaccionar, escapaba a su intuición.

Se hallaba sentado en el acolchonado asiento de control, inmóvil, observando cómo los navíos espaciales de la policía del Nuevo Imperio conseguían más y más ventaja respecto al suyo, con una mezcla de frustración y de malestar, que se hacían bien patentes en bus crispadas facciones.

Kain era un tipo atlético, de algo más de seis pies de talla. Su amplio rostro, estaba modelado con los rasgos heredados de aquellos colonizadores terrestres que antaño se esparcieron por las colonias galácticas y que jugaron un papel trascendental en la organización de la civilización de muchos mundos estelares. Pero aquello era época romántica ya pertenecía a la prehistoria.

Kain, además de su impresionante estatura, había heredado de sus antepasados una nariz netamente caucásica, cabellos muy negros rizados en cortos mechones y un evidente rasgo mongoloide delatado por el achatamiento de los huesos de sus mejillas.

Vestía la túnica ceñida y los pantalones ajustados impuestos por la moda. El bulto que se apreciaba en el bolsillo derecho de su túnica, lo producía la única arma de que disponía, para combatir a la policía del Nuevo Imperio: una pistola de uso corriente entre las fuerzas armadas.

Disponía también de otra arma poderosa, la de su poder mental hipernormal... Pero Kain siempre obraba con mucha prudencia, Y consideró que en aquel caso especial, sería mejor no utilizar su poder supersensorial ya que resultaba dudosa eficacia. En una lucha de hombre a hombre, con cualquier policía o varios a la vez del Nuevo Imperio, Kain habría podido poner a prueba su capacidad y dominar los pensamientos y la voluntad de quienes se le enfrentaran. Pero en aquellos días, el Nuevo Imperio, había procedido a guarecer a sus fuerzas con unos cascos especiales que protegían la mente de quienes los usaban, contra el poder de los mutantes, contra quienes el Imperio, se encontraba en guerra permanente, sin cuartel. Darrel Kain, era, no obstante, un mutante simple, de segundo grado, lo que significaba que su poder mental, era deficiente, en algunos aspectos.

A pesar de todo, Kain discurrió que, si aquella policía del Imperio que trataba de cazarle ferozmente, en la frontera del espacio exterior, estuviera persiguiéndole abajo, sobre la superficie del planeta, habría tenido mayor oportunidad para contrarrestarla que la que pudiera tener navegando en aquel viejo navío espacial comercial de antiguo diseño. Allá abajo, les habría permitido ganarle la ventaja material de la proximidad y, en el momento adecuado, habría podido inmovilizarles con sus proyecciones telepáticas, que herían como agujas el cerebro del enemigo, sumergiéndole en la más completa confusión de sus ideas, ya que los cascos no eran lo suficientemente eficaces, cuando el que los vestía, se hallaba demasiado cerca de los imitantes.

Pero aquello era una persecución desventajosa para él, sobre la superficie del planeta, cerca del principio del espacio exterior, él con su destartalado navío espacial, con un desusado sistema de conducción del espacio curvo. Esta supermoderna forma de conducción había sido desarrollada en los laboratorios del Imperio, convirtiendo un viaje intergaláctico de duración de varias semanas, en una travesía corta de breves horas de tiempo local.

Kain comprendió que estaba totalmente perdido y se enfrentó con la realidad, amargamente. Seguía observando el ataque despiadado de los navíos de la policía del Imperio en su retrovisor. En cualquier momento, suponía, podrían abrir fuego destructor de sus potentísimas armas. Y aquello sería el fin. El final de años de lucha contra la espantosa tiranía del Nuevo Imperio, años de trabajo y de heroísmo contra el poder de Escario Gundaarson, el dictador inicuo de la Galaxia.

Con los labios apretados, Kain reflexionó que quizá aquello sería mejor, al morir de tal forma, desintegrado en átomos en la ionosfera, que morir cayendo en las manos de la policía del Nuevo Imperio. Su pobre hermano, Rolf, también mutante y miembro de la Liga Mutante, en el ejército secreto, había perecido a manos de aquellas fieras en un planeta lejano. Rolf había sido torturado hasta la muerte, en el interior de un traje de fibras nerviosas, otro de los refinamientos de la dictadura de Escario. Aquel mismo fin esperaba a Kain con toda certidumbre, ya que el Imperio había- averiguado que Kain, en unión de un grupo de técnicos antiimperiales, había trabajado hasta perfeccionar las bombas mentales, que habían hecho saltar en pedazos los Laboratorios Centrales y el Cuartel General Militar, allá abajo, en la ciudad de Stanarta.

Aquello había sido un trabajo extraordinario, del que Rolf se hubiese sentido orgulloso si viviera... Rolf, de hecho, habría probablemente sido el primero en disparar las bombas mentales. Porque sólo un mutante de primer grado, como lo era Rolf, podía poner en funcionamiento aquellas armas terribles y destructoras. Una vez la bomba colocada en sitio adecuado, podía ser disparada desde una distancia considerable por un mutante de primer grado, lanzando contra ella su influencia mental, transmitiendo telepáticamente la fórmula clave.

«Por lo menos, pensó Kain, tuvo la satisfacción de saber que las bombas mentales funcionaban, antes de morir él.»

Si la Liga Mutante se lo proponía, seguramente habría una repetición o muchas más, de lo que se había realizado contra los Laboratorios Imperiales y el Cuartel General Militar. Quizá los mutantes, que creían ciegamente en la idea de que estaban destinados a regir los destinos del inmenso Imperio Galáctico, acabarían con la odiosa tiranía de Escario; pero... ¡Kain habría muerto...!

Kain se percató de que una lágrima pugnaba por escapar de sus ojos...

Puso en acción la gran pantalla visora de su vacilante y antiguo navío espacial, para captar una vasta extensión del espacio que le rodeaba ¡Y allí, en efecto, había más de una docena de ellos!

Enfurecido, detectó el área de la ionosfera por encima de su navío espacial y allí aparecían, igualmente, muchos más. Kain cambió hacia la posición que captara la visión existente bajo su aparato. Y siempre más navíos de la policía del Nuevo Imperio. En todas las direcciones del espacio, se veía acosado por aquellos veloces y potentes navíos espaciales, bien armados con poderosas armas destructivas, acorralando al desamparado fugitivo, como enormes tiburones alrededor de una sardina.

Repentinamente, una larga lengua de fuego blanco, atravesó la negrura del espacio, disparada por un potente cañón, como un relámpago impresionante. El disparo erró la puntería, pero pasó lo suficientemente cerca, para hacer vibrar cada pulgada de la vieja estructura del viejo aparato de Kain. Otro disparo siguió al primero, haciendo al veterano aparato comercial ingobernable.

Darrel Kain continuó adelante con los dientes apretados de rabia. Sabía lo que se jugaba en aquella partida con la' policía del Imperio. Sabía que estaba, siendo perseguido por una docena de aquéllos formidables aparatos, usando la fabulosa ventaja del vuelo curvo, lo que suponía que podían situarse delante, atrás arriba o abajo, todos aquellos aparatos al mismo tiempo. El efecto, a los ojos de Kain era el de sentirse perseguido y envuelto totalmente, en todas las direcciones del espacio, por aquellos temibles navíos espaciales del Imperio. Y entonces surgió una nueva táctica desconcertante para Kain: los navíos de la policía empezaron a lanzar disparos cruzados, de forma tal que no hicieran impacto en su navío, pero aproximándose y envolviéndole más y más hasta que el pobre navío espacial de Kain fue sacudido como un villano en medio de un huracán.

Los aparatos del Imperio, continuaron su ofensiva. Sus potentes disparos lanzaban rayos cegadores furiosamente, hacia el pequeño navío de Kain, desde todos los ángulos posibles de tiro. Kain rodaba materialmente de un lado a otro, sin control posible, bajo los efectos de los navíos de la policía, que usaban el enorme potencial de su vuelo curvo, envolviéndole en todos sentidos al mismo tiempo, disparándole con calculado error de puntería.

Kain se aferró desesperadamente al banco de control, para no perecer como consecuencia de los golpes que le acarreaba aquella enloquecedora y progresiva danza espacial. Comprendió claramente, que aquellos esbirros, le necesitaban vivo y le obligaban por todos los medios a regresar a la superficie del planeta. Kain sabía que la detención, significaba la tortura y seguramente una muerte cruel, como la que proporcionaron a su hermano Rolf; pero intentar soportar aquella situación, navegando entre la furiosa tormenta de disparos, era algo que escapaba a toda esperanza. Decidió volver.

—¡Está bien, malditos! —rugió Kain desesperado— ¡Bajaré!, ¡pero algunos de vosotros, sabréis que todavía conservo un arma poderosa con la que no contáis, cuando abra la escotilla de mi nave, y os acerquéis a mí!

Enfurecido salvajemente, manipuló los controles del viejo aparato, dirigiendo el morro del navío espacial hacia el globo yacente allá abajo, del planeta Stanarta Mayor, deslumbrante en uno de sus bordes por el resplandor creciente de un brillante amanecer, al reflejar la luz del sol a que pertenecía en el sistema planetario la estrella Valdaa.

El pequeño navío comercial interplanetario descendió vertiginosamente, en la vacía bóveda del espacio y los navíos de la policía del Imperio, le siguieron como una manada de lobos hambrientos. Satisfechos de la capitulación del fugitivo, habían cesado de disparar, siguiendo a Kain en perfecta formación.

Mientras se dirigía hacia la superficie del planeta, Kain iba maldiciendo sobre Escario, el Imperio, la policía y los perros rabiosos lanzados en su persecución y se juramentó firmemente luchar contra ellos hasta la muerte.

Mientras descendía, Kain se iba trazando mentalmente un astuto plan de defensa para cuando aterrizara...

Escogería para hacerlo, la parte sumida en la sombra del planeta y tomaría tierra en la enorme extensión árida y sin vida del único continente de Stanarta Mayor. La obscuridad reinante, quizá le proporcionaría alguna ventaja y mientras abriera la escotilla de desembarco, se prepararía... Dejaría que la policía se aproximase y, entonces, haría uso de su facultad hipnótica y una vez paralizado el enemigo, utilizaría su pistola nuclear de las fuerzas armadas... Sabía que no llegaría muy lejos y que tal vez resultaría vencido, pero por lo menos su captura se llevaría a efecto, después de los notables perjuicios que proporcionaría a la policía dictatorial del Nuevo Imperio.

La parte del planeta sumida en la noche, apareció en sus visores, dirigiéndose hacia ella como un insecto microscópico se dirige a tomar tierra en una naranja. Tras él, descendían los poderosos navíos de la policía, trazando al entrar en la atmósfera del planeta, largos trazos, como lívidas cicatrices a través del cielo nocturno, bordado de estrellas.

Kain realizó un suave aterrizaje, a pesar de la obscuridad. En el visor de su viejo aparato surgió repentinamente un torrente de luz blanca. La policía había puesto en funcionamiento sus poderosos reflectores, rodeando por todas partes el lugar del aterrizaje, convirtiendo aquella área en pleno día. La viva luz de aquellos potentes reflectores, mostró una inmensa llanura cubierta de hierba y matorrales; un típico panorama de los que abundaban en los dos planetas que giraban alrededor del sol centro de aquel sistema, de la estrella Valdaa. Kain se sacó del bolsillo de la túnica la pistola, mientras abandonaba el asiento del aparato y s« dirigía a abrir la escotilla de salida. Los aparatos continuaban sembrado de luz una inmensa área alrededor del lugar de aterrizaje.

Darrel Kain operó en la abertura de salida y saltó fuera, con el dedo puesto en el disparador del arma que llevaba preparada en su mano derecha, lista a disparar. Un viento frío y salado le azotó la cara y el mutante imaginó que había caído cerca de lo quedaba de un antiguo mar en Stanarta Mayor, aun alimentando por las lluvias. Saltó al suelo y se encontró cercado por haces de luz deslumbrante, procedentes del morro de los aparatos de la policía. Era un gladiador en el centro de la arena... ¡una arena, en la que tenía que perecer!

Se ocultó el arma tras la espalda y permaneció unos momentos, aterido de frío y expectante. Unas figuras obscuras fueron surgiendo de las escotillas de los aparatos de la policía y se aproximaban poco a poco desde todas las direcciones, convergiendo hacia él. La potente luz de los reflectores hacía brillar los cascos de los policías que, a medida que avanzaban, iban desenfundando sus correspondientes armas. Con profunda amargura, Kain comprendió que había demasiados a quienes combatir, para que la lucha se prolongase mucho... No obstante, él pensaba actuar... Y ya estaban lo suficientemente cerca, para empezar...

Dio rienda suelta a sus facultades mentales e intensificó la capacidad perceptiva de su mente, dominando con su poderosa voluntad a aquel grupo de inteligencias inferiores que, instantáneamente se hallaron inmovilizadas, por una serie de pensamientos confusos, que se infiltraban a través de sus imperfectos cascos refractarios a la influencia hipnótica.

Pero de repente, se produjo una brusca interceptación en el cerebro de Kain, al tiempo que una corriente nerviosa paralizante le atenazaba toda la espina dorsal. La pistola cayó de sus manos. En su mente sonó una voz clara, ordenándole:

—...¡Quédate quieto, Kain!

La voluntad de Kain permaneció, desapareció totalmente, pero una porción de su mente, comprendió lo que estaba sucediendo.

«¡Un Mutante Leal!» pensó con repugnancia. No había podido nunca imaginar que existiera un Mutante Leal entre las fuerzas de la policía. Se trataba de mutantes, que servían de instrumentos a los designios del Nuevo Imperio de Escario Gundarson y que actuaban contra su propia especie en la conducta a seguir en el Nuevo Imperio. El Mutante que había conseguido detener a Darrel Kain, con su interceptación, era más poderoso que él, era un mutante de primer grado; que había conseguido adueñarse del cerebro y la voluntad de Kain, antes de que éste tuviese oportunidad de sembrar la confusión mental entre la policía atacante.

Todos los mutantes, que exteriormente parecían seres normales, como los demás, eran el producto de un proceso de evolución nuclear, que se había iniciado muchos años antes, en ocasión de una espantosa guerra civil, que culminó con la destrucción del Imperio Interestelar antiguo. Ellos eran, los descendientes de los que habían soportado las fuertes radiaciones termonucleares de aquella apocalíptica guerra, Y creían, que por razón natural de sus poderes mentales hípernormales, estaban predestinados a gobernar los mundos estelares, llevando a todos ellos un justo régimen de paz. Pero, primeramente, tendrían que abatir a Escario, el viejo señor guerrero glorificado que había construido el bárbaro Nuevo Imperio sobre las ruinas del destruido viejo Imperio Interestelar.

Indudablemente había traidores y descontentos entre los mutantes, aunque sólo fuese en un promedio muy reducido y algunos habían tomado como causa propia, el infamante partido del Círculo Mutante. Leal.

Y uno de aquellos era el que había atenazado la voluntad de Kain con sus proyecciones mentales poderosas... un mutante de primer grado, cuya superioridad de poderes hípernormales, Darrel Kain no podía postergar.

Kain permaneció junto a la estrecha plataforma del navío, como petrificado. Podía ver cómo se acercaba la masa de policías armados con los cascos puestos. Entre ellos debía de encontrarse el mutante traidor; pero no tenía idea de quién podría ser.

En seguida aquel torbellino se lanzó sobre él, atenazándole enérgicamente. Kain, con la partícula de su pensamiento que había escapado a la nociva influencia, dedujo que, tal como era de esperar, aquella gente tenía órdenes concretas de conservarle vivo. Y, sin duda, su fin no tendría lugar hasta después de haber sido sometido a la lenta y enloquecedora tortura del traje de fibras nerviosas, tal y como su pobre hermano Rolf, había sucumbido. Con la voluntad paralizada, fue rudamente separado del lugar que ocupaba, y empujado hacia adelante, en aquella desolada planicie, con rumbo desconocido para él.

Y de una forma misteriosa, la voz del Mutante Leal, que le tenía doblegado volvió a sonar claramente en su cerebro. Se le antojó una voz amiga, teñida de un sincero sentimiento de piedad amistosa y cálida hacia él:

—Lo siento, Kain. Es preciso hacerlo así en pro del tiempo que se aproxima... ¡Pero tu oportunidad llegará! ¡Déjate conducir por esta gente y espera tu hora!

Kain se sintió impelido por una docena de manos vigorosas. Unas frías gotas de lluvia comenzaron a caer. La voz del mutante de primer grado sonó de nuevo en su cerebro, con estas palabras de advertencia:

—Espera tu oportunidad, Kain. Escario sólo es un excéntrico estúpido y un tirano. ¡Los mutantes son los herederos del poder y de la sabiduría! ¡Buena suerte!

Un policía interrumpió el mensaje, con un golpe brutal con su pistola sobre el cráneo de Kain, que quedó inconsciente.